El concepto “Internet de las Cosas” fue acuñado por Kevin Ashton durante una conferencia para Procter & Gamble en 1999, refiriéndose a cómo la comunicación sin cables y el intercambio de datos entre dispositivos pueden optimizar la forma en que vivimos, superando las limitaciones de la recogida de datos tradicional. Si se automatiza la recogida de datos y su eficacia sin actuación humana directa, el ahorro de tiempo provocará una consecuencia positiva en términos de aumento de bienestar global. Desde entonces, mucho se ha escrito sobre la influencia que Internet tiene en la rutina diaria de las personas y comunidades de todo el mundo. Sin embargo, la tendencia que ahora sigue este campo ha cambiado sensiblemente. Ningún usuario está satisfecho utilizando una gran cantidad de dispositivos si los mismos no interactúan en conjunto para ayudar crucialmente a mejorar su calidad de vida, de forma única y personalizada.
En los últimos tiempos, con el gran desarrollo de la programación en la nube, el geofencing, los sensores Beacon , el Bluetooth inteligente, la tecnología móvil o con la posibilidad de recargar baterías sin cables mediante ultrasonidos, el concepto que estamos analizando ha adquirido una nueva dimensión. Parece inevitable que el futuro nos guía hacia un mundo más inteligente. Todos estos elementos, que son potenciadores del “Internet de las Cosas”, han hecho que los expertos ahora hablen del «Internet de las Personas», o más específicamente de «El Internet de mí mismo«. Esta nueva denominación conlleva la creación de una experiencia web híper-personalizada e integrada, que la revista digital Wired compara con una huella dactilar y que debe ser relevante de forma personal para cada consumidor.
Las implicaciones a la hora de definir la experiencia de cada usuario por parte de las marcas en su estrategia de marketing online son claras, y la agencia Altimeter ha estudiado profundamente las consecuencias de este nuevo nivel de interconectividad, estableciendo 5 niveles en los que el nuevo entorno del “Internet de las Cosas” crea valor: recompensas al usuario, ayuda a la toma de decisiones, innovación, servicio permanente y un sistema más fácil para llevar a cabo transacciones y operaciones en medios digitales.
Pero cabe subrayar que las posibilidades son ilimitadas. No solo estamos hablando de la utilización de sensores para la comunicación entre máquinas, sino para crear y evaluar experiencias globales que tengan una influencia para el usuario, donde incluso las carreteras son capaces de interactuar con los conductores o las labores más cotidianas se facilitan gracias a entornos gamificados. En el futuro, tejidos que monitoricen tu actividad deportiva, tus horas de sueño, wearables, o sistemas para mejorar producción y logística o para recordarte que se te ha terminado el café al pasar por la tienda serán de uso habitual y común, originando personalizados ecosistemas digitales de dispositivos y contenido.
Desde el punto de vista de las empresas, la única forma de crear estrategias para triunfar en el «Internet de las Personas» es confiar en el poder de la recogida de datos para personalizar cada experiencia y en las alianzas estratégicas internas y externas, para que el departamento de marketing deje de ser un silo dentro de la compañía y la implicación organizativa sea fuerte, asumiendo que el «Internet de las Cosas» tiene que marcar la diferencia, como objetivo dentro de la empresa, y especialmente en cada persona, que es la encargada de definir y configurar el Internet de sí misma, adaptándolo a sus necesidades.