Arcade City y la economía colaborativa | Súmate

21 de septiembre de 2016

Uber y las demás plataformas de consumo compartido están haciendo que la revolución de la economía colaborativa (sharing economy) alcance a toda la sociedad. Es un fenómeno global, impulsado por la gran mayoría anónima y duramente contestado por las minorías organizadas en todo tipo de lobbies. Los consumidores quieren buenos precios y prefieren servicios organizados conforme a la lógica peer to peer, recomendados por otros usuarios como ellos y prestados sin la injerencia ni los sobrecostes que se derivan de la hiperregulación y de la voracidad fiscal contra los pequeños emprendedores.

 

Lo que viene después de Uber

Uber libra en estos tiempos cientos de batallas legales en los tribunales de medio mundo contra los ayuntamientos más intervencionistas, y soporta la hostilidad de los cuerpos de taxistas semipúblicos, que esgrimen sus licencias convencionales sin comprender que la evolución les ha condenado a desaparecer —como antaño les sucedió a los serenos o a los pregoneros—, o al menos a adaptarse a un marco de libertad y competencia. Ante la reacción judicializadora contra las plataformas como Uber, es natural que comiencen a surgir alternativas que van un paso más allá en la misma línea. Y una de las más interesantes es Arcade City, lanzada hace unos meses por Christopher David, un antiguo conductor de Uber en la ciudad estadounidense de Portsmouth. ¿En qué se diferencia de Uber esta nueva plataforma? Aparte de incluir elementos de gamificación que permiten fidelizar a los usuarios, los cuales pueden canjear premios online, lo sustancial es que Arcade City es una plataforma completamente descentralizada o, mejor dicho, autogestionada en red distribuida. Y esa diferencia es crucial por muchos motivos, entre los cuales no es menor el jurídico.

En efecto, una de las críticas más habituales contra las plataformas de matching entre quienes ofrecen un servicio privado, ajeno a licencias estatales, y quienes lo quieren contratar, es que la plataforma proveedora pertenece a una empresa convencional, centralizada, que la explota publicitariamente o cobra una comisión a los usuarios, y que vela por unos ciertos estándares de servicio o impone una determinada tarifa de precios. Es decir, se acusa a las plataformas de “usurpar” la ya bastante obsoleta función reguladora que, por pura inercia, se sigue entendiendo exclusiva de las administraciones públicas, y de lucrarse con el dinero que, supuestamente, dejan de ganar los operadores tradicionales del negocio, desde el taxista convencional hasta los grupos hoteleros en el caso de AirBNB, las compañías de transporte de pasajeros por carretera en el caso de BlaBlaCar, etcétera.

Todas esas acusaciones denotan una considerable ignorancia del vertiginoso avance de la sociedad en red, producto de la revolución tecnológica de nuestro tiempo. Pero ahora, con la migración de las plataformas a la tecnología blockchain (generalmente desarrollada en Ethereum) y a la consiguiente red descentralizada, estas críticas pasan simplemente a carecer de fundamento. Y Arcade City es una de las pioneras de este nuevo paradigma, pero hay muchas otras, incluyendo casos tan curiosos como el del notariado en red distribuida, que funciona ya en Estonia.

 

‘Blockchain’ aporta resiliencia

La app de Arcade City opera bajo la misma lógica de los programas de compartición de archivos y con la misma tecnología blokchain que lleva años revolucionando la emisión de moneda mediante la aparición de Bitcoin y otras criptodivisas automatizadas, ajenas a toda posibilidad de manipulación por parte de los bancos centrales o de cualquier otro poder. Esto implica que Arcade City no tiene el talón de Aquiles que sí afecta a Uber y a otras empresas similares: la centralización de los procesos en unos servidores identificables y bajo el mando de una empresa y de un equipo directivo concretos. En los lugares donde se ha prohibido Uber, el servicio simplemente ha dejado de prestarse, porque sería ilegal hacerlo y las autoridades podrían actuar contra personas físicas y jurídicas concretas o embargar servidores determinados.

La tecnología blockchain aporta resiliencia.Arcade City, presente ya en decenas de ciudades norteamericanas y australianas, es inmune a ese riesgo, ya que la información y los procesos corren en millones de ordenadores de forma anónima, simultánea y altamente encriptada, como sucede en el caso de Bitcoin. De esta manera, la resiliencia del sistema es total: para acabar con él habría que “apagar” Internet. Además, los precios se forman de manera natural en el seno de la comunidad de usuarios mediante sistemas de puja o de simple oferta y demanda. Es la propia red de usuarios la que evalúa a los diversos prestadores del servicio mediante un buen sistema de asignación de karma, sin necesidad de que exista una empresa formal que establezca estándares y decida tipologías de vehículo o de servicio. El mejor control de calidad es el del mercado, no el de una empresa centralizadora, y los precios más justos son los que surgen de la espontánea interacción entre prestadores y usuarios, evitando el sobrecoste de un intermediario que en realidad no hace falta.

La tecnología blockchain ya no es cosa de criptomonedas, sino de todo. Las redes sociales del futuro e infinidad de otros servicios de la más diversa índole, van a desarrollarse en entornos distribuidos, empoderando así a los individuos que los ofrecen o demandan y sin necesidad ni de empresas que los organicen ni de estados que los regulen. Será tan inexorable como fascinante la adaptación del marketing online a esta nueva realidad.

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