La semana pasada, la red social (o plataforma de microblogging) Twitter comunicó que una pequeña parte de sus usuarios pasaría a disfrutar de doscientos ochenta caracteres como tope de sus mensajes, en lugar de los ciento cuarenta habituales. El propio Jack Dorsey, fundador de la plataforma, publicó un tweet con el nuevo límite de caracteres, consumiendo exactamente doscientos ochenta caracteres para explicar que el viejo tope se basaba en los SMS de los operadores telefónicos y que ciento cuarenta caracteres era una cantidad “arbitraria”. Fue un mensaje arriesgado al cuestionar con tanta frivolidad el límite existente, que es el núcleo mismo de esta red social. Twitter explicó su decisión en su propio blog, pero rápidamente empezaron a salir tweets de usuarios recortando el mensaje de Dorsey para demostrar que el aumento de espacio no hacía ninguna falta.
El anuncio fue una sorpresa para toda la comunidad de usuarios de Twitter, y las reacciones han sido muy variadas aunque en general negativas. Sin embargo, la sorpresa no está del todo justificada, porque durante el último año Twitter no ha parado de tomar decisiones que iban en la línea de ampliar la extensión de los mensajes. Así, y sólo en lo que va de 2017, la red del pajarito azul ha ido eliminando el cómputo de las fotos, de los vídeos y de las citas como parte de los ciento cuarenta caracteres, y en general los usuarios lo han agradecido. Hace unos meses, decidió también dejar de contabilizar las respuestas.
El límite de caracteres es la clave
La cultura de utilización de Twitter es muy variada por regiones del mundo, y sobre todo por idiomas. No han faltado, sobre todo en los últimos años, voces críticas con la concepción anglófona del servicio. En efecto, no es lo mismo contar con ciento cuarenta letras y espacios en inglés que en una lengua romance, en alemán o en idiomas con alfabetos distintos del latino. La propia empresa ha decidido no extender el nuevo límite a idiomas como el japonés y el coreano porque no es necesario: cada carácter lleva mucha más información y la inmensa mayoría de los tweets no consumen ni la mitad del espacio disponible. En cambio, para los idiomas latinos el límite actual es cicatero.
Por otro lado, el tope de caracteres es al mismo tiempo el mayor handicap de esta red y la clave de su éxito. El límite obliga a quien publica a hacer equilibrios, abreviaciones y piruetas a veces fatigosas, que ponen en riesgo la cabal comprensión de lo expresado y provocan “hilos” u obligan a optar por convertir el texto entero en una imagen. Pero desde la perspectiva de la gran mayoría de lectores pasivos y retuiteadores, que sobre todo consumen los tweets de su timeline, las cosas se ven de forma diametralmente opuesta: gracias a la concisión telegráfica de Twitter se puede asimilar un flujo ingente de información. Un texto tan limitado permite una lectura rápida y decidir en cada caso si profundizar abriendo los vínculos, vídeos, etc., retuitear o no y seguir bajando. Esta inmediatez es crucial para que Twitter siga siendo Twitter, y explica en gran medida su éxito frente a redes sociales más convencionales.
El pase a doscientos ochenta caracteres está provocando incluso trucos para acceder a esta ventaja sin estar entre los testeadores oficialmente escogidos. Así, la prensa británica facilitaba unos días después del anuncio los pasos para conseguirlo mediante el plugin Tampermonkey y un script que hackeaba la red social. Pero Twitter reaccionó rápidamente tapando los agujeros de seguridad en los que se basaba esta estrategia, como se ve en la imagen.
Para los community managers de todo tipo de empresas y organizaciones, este cambio en Twitter supone un replanteamiento de gran parte de su estrategia. En general, los gestores de comunidades online van a tener que adaptarse al nuevo límite de caracteres y a todas sus implicaciones en las respuestas y en las menciones. Todavía es pronto para valorar cómo va a afectar esta ampliación a la comunicación en Twitter.
La community manager de Súmate Marketing Online, Lidia Gómez (en la foto), coincide con la mayor parte de los usuarios al mostrarse crítica respecto a la medida, y considera que «Twitter está permanentemente tratando de renovarse, pero este tipo de prácticas pueden desvirtuar su esencia, que era condensar y trasmitir la información con pocos caracteres».
¿Una iniciativa de raíz comercial?
Las principales críticas que está recibiendo el aumento de caracteres proceden de los consumidores principalmente pasivos, que son la mayoría. Los perfiles “broadcaster”, es decir, los usuarios que emplean Twitter sobre todo para difundir información, incluyendo a empresas y a organizaciones sociales diversas, sí valoran positivamente la ampliación. Se ha especulado con un interés comercial de Twitter, que apenas ha ampliado su base de usuarios desde que saliera a bolsa hace cuatro años y lucha a brazo partido por consolidar un modelo de negocio más rentable.
Pero alterar la esencia misma del servicio prestado puede ser una huida hacia delante de imprevisibles consecuencias. ¿Por qué doscientos ochenta y no cuatrocientos, por ejemplo? Los usuarios se preguntan por qué no dedica Twitter sus esfuerzos de I+D a desarrollar algún tipo de extensiones post-tweet con espacio generoso, donde el autor pueda explayarse sin límites y adjuntar todo lo que quiera, pero sin afectar al tweet ni hacer más lento el recorrido por el timeline. Así, sería el lector quien podría pulsar o no un icono de «más información» donde el usuario emisor del mensaje aportaría texto ilimitado y los elementos adjuntos que quisiera. También se critica a Twitter por no desarrollar opciones como la edición de tweets ya emitidos, que sí existe por ejemplo en las publicaciones de Facebook. Pero la crítica más extendida al imperio de Dorsey es la que hace referencia a la excesiva facilidad de manipulación mediante bots que aparentan una viralización orgánica y generan estados de opinión artificialmente.