Ya a finales de 2011 El Heraldo de Aragón publicaba que las visitas a los cibercafés se habían reducido un 76% en la década precedente. La generalización de las conexiones de banda ancha en los hogares y los pinitos del Internet móvil habían lanzado una estocada mortal a estos espacios que a finales de los 90 y principios del siglo XXI supusieron para muchos de nosotros la primera ventana a la red de redes. Y es que la generación X en España descubrió Internet gracias a las hileras de ordenadores de estos negocios, pagando a precio de oro cada minuto pegada a la pantalla tan solo para consultar el correo electrónico o chatear en el IRC.
Por eso, porque en aquella época muchos cambiaron sus noches de fiesta por bonos de conexión a Internet aprovechados hasta altas horas de la madrugada; porque otros encontraron a sus primeros amores en una ventana perdida del chat de Hispavista; y porque si te suenan páginas como AOL, Terra, Olé, Ozú o Mixmail eres uno de aquellos que pensará en los cibercafés con nostalgia, hoy queremos rendir homenaje a estos espacios que popularizaron el acceso a la tecnología y modernizaron España y que, aunque en ciertos casos han conseguido sobrevivir reconvertidos en locutorios, en este 2015 ya son historia.
Un “club social” para conocer gente, jugar y descargar música
Nuestra compañera Ana Rodilla, del departamento de SEO, recuerda que durante una temporada el centro de su vida social fue el cíber: “Quedaba allí con mis amigas, para descargar música del eMule y luego hacer CD nuevos con las canciones que nos gustaban”. Ana recuerda con cariño “los chats del IRC y de Terra-Lycos, que estaban divididos por ciudades” y que, incluso cuando aquel mítico módem de 56kbps llegó a su casa para proporcionarle Internet a domicilio, continuó yendo al cíber “porque la conexión era más rápida y porque constituía un punto de encuentro”. “Hasta me enteré de mi nota de Selectividad en el cíber”, sonríe.
Otro de nuestros compañeros de SEO, Antonio Salinero, apunta que su primer contacto con la red de redes “fue en casa de un amigo, el único de la panda que tenía Internet”. “Nos pasábamos cinco minutos mirando embobados la pantalla para ver cómo se cargaba una sola página que luego no era gran cosa”, explica. Antonio señala que los cibercafés le sirvieron para “independizarse” de este amigo y soltarse en Internet por su cuenta, y le vienen a la cabeza aquellas partidas de Counter Strike que tenían un cíber como centro de operaciones.
En este sentido, Israel Ortega, integrante del área de SEM, evoca el suspense de “cuando estaba a punto de acabarse el dinero y caerse la conexión en medio de una partida”. “Íbamos corriendo a pedir un euro extra a otro amigo para continuar jugando”. También sonríe al acordarse de esas “partidas interminables, de horas, al Age of Empire, tras las que acababas llegando a casa a medianoche”, y de las pequeñas “trampas” que se hacían para saber en qué zona del mapa estaba otro jugador, o de las simpáticas peleas “por conseguir sentarnos en ese ordenador en el que -creíamos- el dinero daba más de sí”.
Jacob Luján, nuestro desarrollador web, piensa en aquellos años como una época en la que trasteó mucho con la tecnología naciente como operador de chats de Terra e IRC. “Esos experimentos fueron, de hecho, mi primer contacto con la programación web”, cuenta.
‘Piques’ divertidos y usuarios de todas las edades
Pablo Rodríguez, nuestro responsable de Formación, llegó a trabajar una temporada en uno de estos cíbers, y guarda numerosas anécdotas. “Una vez una señora mayor se acercó a decirme que el chico que estaba sentado a su lado estaba viendo porno, y que hiciera algo porque aquello era indecente. Tuve que cambiarla de sitio”, relata. También recuerda una partida en red entre dos equipos en la que hubo que parar para modificar el color de los uniformes de los jugadores “porque uno de los participantes era daltónico y estaba disparando contra sus propios compañeros”.
No diremos que cualquier tiempo pasado fue mejor, porque agradecemos la actual ubicuidad de Internet y la rapidez de los dispositivos de conexión de que disponemos ahora. Pero hemos de reconocer que mirar al pasado, hacia aquello que fuimos, nos conecta con nuestra propia esencia y nos hace entender por qué, a día de hoy, consideramos que dedicándonos al marketing online contribuimos a hacer un poco más felices a los demás.